
En vista y consideración de que llevaba al rededor de dos párrafos escritos de esta entrada, y que por mi inocente ingenuidad de abrir una ventana de youtube desde messenger...
Pero en fin, recuerdo lo importante. Partía pidiendole disculpa a las damas por no haber publicado nada en tanto tiempo, pues soy un caballero cuando se trata de mujeres, y un pirata cruento cuando se trata de hombres. Por eso, que bajo ningún pretexto algún marinero de agua dulce pueda adjudicarse estas disculpas para él, no así las niñas que muy bien pueden hacerlo.
Okay, vamos al texto. O sea, creo que voy a escribir pero aún no me decido sobre qué. Vale, la canción que escucho me da el pase para lo que viene. Aquí vamos.
Michael Buble - You Don't Know Me
Salir en la noche siempre me ha gustado. Siempre desde que tengo uso de razón, evidentemente. Eso de ver el cielo negro sobre uno y las luces brillando un paso más allá. Esa sensación de "Clubes Nocturnos" que aún no visito por la edad, que se consigue con la música media blusera que pones en la radio del auto. Las luces que pasan horizontales por el parabrisas como una lluvia de haces luminosos que quieren alumbrarnos el camino de vuelta a casa, o quizás de salida de esta.
Okay, pongámonos en la situación. Vamos en el auto, (no pregunten por quién va manejando, si sabes bien por ti, si no imagínate a alguien más, aunque ersonalmente prefiero pensar que el auto se maneja solo, o que una gentil señorita lo guía con sus delicadas pero decididas manos) hacia un lugar que no importa donde es, lo que importa es que no llegaremos pronto, así que debemos disfrutar del camino. A esto agreguemos la dulce sensación de un viernes por la noche, que mejor.
Claro, es el placer lo que sentimos entonces. El gusto cuasi infinito de ir a ningún lugar especial, escuchando un buen tema de música, pensando en nada más que los postes que se mantienen encendidos rompiendo la sobria oscuridad, sentados en un confortable asiento de automóvil, en movimiento por la ciudad. Ver como mágicamente los semáforos se alínean todos para darnos luz verde y poder seguir sin parar, abriendo las calles, recorriendo la urbe de punta a punta.
Ahora agreguemos que vamos a ver a alguien importante, un romance, para que la noche sea aún más especialmente espectacular. Vale, la relación está comenzando y hay espectativas. Y vas por la calle, en el auto, viviendo lo más bueno que te ha pasado en mucho tiempo, y deteniéndote para darte cuenta de ello.
Quizás esa sea la clave, por lo menos lo es para mí; detenerse a darse cuenta por lo que estamos pasando ahora, por la genialidad del momento. Por que no hay momento que no pueda ser calificado de interesante o fome, aún por encima de si es bueno o malo. Pero de eso les hablo otro día. Por ahora, deberían seguir surcando el asfalto nocturno, que es tan bueno como oscuro deja de ser por lo encandilante de sus luces.